lunes, 24 de agosto de 2015

Pensamiento 21. A propósito de las pensiones, 2
Ante a reacción “popular” a las declaraciones del señor Linde (pensamiento anterior), el presidente del gobierno y el ministro de Hacienda pretendieron zanjar la cuestión asegurando que el sistema público de pensiones está “garantizado por el Estado”. Y poco después, en la Conferencia Política del PP, el presidente sacó pecho acerca de lo que su gobierno está haciendo en esta materia.
Esta autoafirmación del presidente y del ministro refuerza la mentalidad primitiva evidenciada en el pensamiento anterior:
1.   En lugar de dar un paso en la dirección deseable -la racionalidad propia de una sociedad dinámica y moderna-, se autoproclaman como los dioses protectores que velan por la sociedad y resuelven sus problemas: el Estado -léase nosotros, los gobernantes actuales- garantiza las pensiones.
2.   Apenas aluden al núcleo de la preocupación popular: la incapacidad previsible de las pensiones públicas para asegurar el nivel de bienestar deseado. Esa parte de la realidad es molesta y por lo tanto se ignora. E ignorar la realidad forma parte del esquema de pensamiento/acción primitivos.
3.   Eluden la responsabilidad que cada persona tiene de afrontar su propia vejez y de prepararse activamente para ella. Consideran a las personas como unos seres pasivos dependientes del Estado, o sea, de ellos: regreso al totalitarismo.
4.   Sí dicen que, para que el Estado pueda garantizar las pensiones, es necesario más capacidad económica, más empleo y más pago de impuestos. Pero ignoran al sujeto principal del que depende la creación de la riqueza con la que se podrán pagar las pensiones en uno u otro nivel, la empresa. Es en ésta, la que crea la riqueza, y no en el gobierno, el gastador, donde hay que poner el foco principal para que los españoles dispongan del nivel de pensiones al que aspiran.
La cuestión que importa hoy no es si el Estado garantiza el sistema público de pensiones, faltaría más, sino otra doble:
-      ¿Son capaces nuestras empresas de crear la riqueza suficiente para que los ciudadanos tengan el nivel de pensiones al que aspiran?
-      ¿Tienen nuestra sociedad y sus ciudadanos la madurez suficiente para ocuparse activamente, en el marco de un pensamiento moderno y racional, de que su vejez se desarrolle dentro de los niveles de bienestar que desean?
He aquí dos retos importantes para los políticos.

Nota: al avisado lector no se le escapará que los razonamientos y mecanismos mentales expuestos en este pensamiento y el precedente no son privativos de España. Los griegos en su actual crisis los utilizan con profusión.

jueves, 13 de agosto de 2015

Pensamiento 20. A propósito de las pensiones, 1
Recientemente el señor Linde, gobernador del Banco de España, avisó que, a largo plazo, “el sistema público de las pensiones no va a garantizar en el futuro el nivel de pensión que esperan los españoles” e insistió en la necesidad del ahorro privado para completarlo.
Esta afirmación levantó polvaredas en las tertulias y en las redes sociales. Había en ellas una nota dominante de indignación, que se expresaba de diferentes maneras:
-      ¿Cómo es posible que una persona que ha estado cotizando muchos años se encuentre desamparada al llegar a la vejez?
-      ¿Cómo va a ahorrar y hacer un plan privado un joven que gana 900 euros o menos, si no le alcanza para vivir?
-      El señor Linde representa a los intereses de los bancos y nos quiere manipular por el jugoso negocio que suponen para ellos los planes de pensiones.
-      Lo que hay que hacer es una “política diferente” de “reparto de la riqueza generada por los trabajadores”.
-      Y si con el dinero del sistema de pensiones no alcanza, éstas tendrán que pagarse con cargo a los impuestos.
Hay situaciones que ponen en evidencia el grado de madurez del “pueblo soberano” y ésta es una de ellas.
Las sociedades primitivas se caracterizan por reaccionar emocionalmente ante los acontecimientos por los que se sienten sobrepasadas, recreándose en la expresión sobreactuada de sentimientos, sea de temor, de impotencia, de alegría, de rabia, de exaltación del grupo… Gastan en ello sus energías y apenas hacen nada razonable por resolver sus  problemas. La solución se la encomiendan a fuerzas superiores por las que esperan verse protegidos y con las que contactan a través del chamán y sus conjuros. Prefieren la ensoñación al enfrentamiento con la realidad.
Lo propio del pensamiento moderno por el contrario es una aproximación racional a los problemas: describirlos y cuantificarlos, analizar sus causas y consecuencias, buscar soluciones operativas, o al menos adaptarse a lo que no se puede cambiar. El individuo y/o el grupo asumen personalmente la responsabilidad de enfrentarse a la situación y no esperan que fuerzas o entes superiores la resuelvan.
En el caso que nos ocupa, el pensamiento primitivo prevalece sobre el racional. Encontramos:
1.   Negación y rechazo emocional de la realidad de que los recursos públicos son limitados y no alcanzan para todo: “¿Cómo no va a estar protegida en su vejez una persona que ha cotizado muchos años?”.
2.   Descalificación de quien nos pone delante una realidad que no nos gusta: “El señor Linde representa los intereses de los perversos banqueros, no los de la sociedad”.
3.   Desplazamiento del foco: de lo racional y objetivo a lo emocional: “¿Cómo va a ahorrar esa pobre gente que no tiene ni para vivir?”
4.   Apelación a una solución utópica e imprecisa: “política diferente” y “otro tipo de reparto de la riqueza”, sin ninguna concreción.
5.   Negación de la responsabilidad personal de prever la propia vejez y sustitución por la dependencia pasiva respecto al Estado protector. En el fondo, retorno al totalitarismo estatal.
6.   Prevalencia del pensamiento/acción mágico por encima del racional: en lugar de actuar racionalmente, se piensa que gritar con indignación en los medios o en internet va a resolver algo, como el chamán en sus conjuros.

En el próximo pensamiento, “hablaremos del Gobierno”.

martes, 4 de agosto de 2015

Pensamiento 19.
La empresa capitalista es la mejor vía que ha encontrado la humanidad para crear riqueza material y no sólo material. Allí donde se ha instalado, ha conseguido como ninguna otra institución multiplicar la capacidad creadora de los humanos: el numerador de la ecuación.
La evolución reciente del capitalismo, de industrial a financiero, está mermando su capacidad creadora de riqueza. El que unos se enriquezcan a costa del empobrecimiento de otros no está en su esencia, como pretende vendernos el pensamiento único.
Es necesario “desestructurar” al capitalismo, liberarlo de creencias sin fundamento convertidas en dogmas, repensarlo. La empresa capitalista es demasiado preciosa como para liquidar cuestiones fundamentales acerca de ella con lugares comunes sin justificación racional seria.

Hay tres convicciones especialmente claves, aceptadas universalmente sin la menor crítica, porque “lo dicen todos” y “no puede ser de otra manera”. Son los tres dogmas a los que me he referido en el pensamiento anterior: que la empresa es propiedad de sus accionistas, que tiene la finalidad de lograr beneficios para éstos, y que en ella lo más importante es el dinero. No se sostienen conceptualmente y es preciso cuestionarlos a fondo. Los iremos desmontando.