viernes, 25 de septiembre de 2015

Dado que la semana próxima se me presenta movida y corro el riesgo de olvidar mis deberes, adelanto el envío del pensamiento correspondiente. ¡Feliz lectura!
Pensamiento 25. Sobre consejeros y directivos, 1
Del anterior pensamiento se deduce que los empresarios, consejeros y directivos debieran ser considerados como referencias sociales del máximo nivel, por encima de políticos -gastadores de la riqueza que ellos crean-, deportistas, actores, periodistas, famosos…. Sin embargo, no lo son. La sociedad no los reconoce en su justo valor, olvida que son los artífices principales de su bienestar, y a veces incluso los denosta. Cabe preguntarse por qué.
Decir que el clima social es desfavorable o que la población no sabe ver las cosas tiene más de excusa que de razón. El asunto es crucial y complejo. Intentaré profundizar en él.
En primer lugar describiré los “diez mandamientos” que deberían seguir los directivos y consejeros para cumplir satisfactoriamente su trascendental función. A continuación expondré los “pecados capitales” que los inducen a apartarse de la virtud y a no seguir la senda tan exigente como satisfactoria marcada por los diez mandamientos. En unos y otros plasmaré las que, por mi larga experiencia en el análisis y transformación de empresas y organizaciones, entiendo que son las principales líneas que a) separan al éxito del fracaso y b) determinan que la sociedad acepte o no a los consejeros y directivos como sus referencias.

Los de “diez mandamientos” y “pecados capitales” pueden parecer términos obsoletos, fuera de circulación por sus reminiscencias religiosas: es la última moda del rebaño que bala al ritmo de unos pastores instalados en la banalidad e incapaces de atisbar la profundidad de lo humano. Lo religioso en su esencia más pura, lo sagrado -otra cosa es lo de ir a misa-, ha sido, desde el inicio de los tiempos, un elemento clave en la aparición de las civilizaciones, en la configuración de las culturas, en el modo de entender nuestra vida, nuestra existencia y nuestras relaciones, en el lenguaje y por lo tanto en nuestra forma de pensar, en los valores por los que nos regimos, en el deseo de superación del ser humano, en la búsqueda de la excelencia… Ignorar esta  realidad profunda parece moderno pero no es inteligente.

martes, 22 de septiembre de 2015

Pensamiento 24.
A los accionistas no les corresponde tomar las decisiones clave, eso es responsabilidad de consejeros y directivos. Lo que les incumbe es exigir a éstos resultados y rentabilidad por el dinero que les han confiado: que hagan el mejor uso de ese recurso y obtengan con él los mayores beneficios. Esta exigencia es no sólo su derecho, sino su modo específico de aportar valor a la empresa.
Además del dinero aportado por los accionistas, hay otro recurso que consejeros y directivos reciben de terceros: las capacidades -el talento- que los empleados ponen a su disposición. Hoy y cada vez más, este recurso -el humano- es más crítico, más caro y más valioso para las empresas que el dinero de los accionistas.
Son dos grupos humanos los que, como los accionistas, tienen el derecho y la obligación de exigir a los directivos un uso eficiente del recurso humano:
-      En primer lugar los empleados, que lo ponen a su disposición con una expectativa, a) de utilizarlo en objetivos dignos de él y b) de desarrollarlo para ser, ellos, cada vez más valiosos.
-      En segundo lugar la sociedad misma, que ha gastado un dinero importante en la formación de ese capital humano: por término medio y según datos oficiales, cada persona no universitaria cuesta a la sociedad, sólo en formación académica, en torno a 100.000 euros. Los universitarios, mucho más.
Debemos empezar a pensar que la sociedad ha invertido en cada empresa al menos tantas veces 100.000 euros como empleados tiene ésta. En muchos casos eso la convierte en el “accionista” mayoritario. Y tiene, literalmente y sin metáfora alguna, el derecho y el deber de exigir un uso óptimo de las capacidades puestas a disposición de las empresas. Es el principio de eficiencia, o, si se prefiere, la actualización de la parábola de los talentos, aplicado a uno de los puntos clave de la empresa.

Así tenemos que los accionistas con su dinero, los empleados con su talento, la sociedad con lo que le cuesta formarlo, y por supuesto los clientes, son otros tantos polos de exigencia para los directivos, lo que convierte a éstos en un centro de tensiones dramático. Ser consejero o directivo es muy importante para la sociedad -son ellos los tomadores de las decisiones de las que depende la empresa-, pero tremendamente difícil. Más aún, el nivel humano que les exige  su responsabilidad es superior al del resto de la población. A ellos dedicaré los pensamientos de lo que queda de año y alguno más.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Pensamiento 23
La empresa del modelo capitalista que conocemos tiene méritos para ser declarada “patrimonio de la humanidad” muy por encima de muchos detentores de ese título. De ella depende el bienestar de la sociedad, del país y de las personas, porque genera la riqueza capaz de sostenerlo:
-      El nivel de vida material, es evidente.
-      El no material, también: sin la riqueza material que producen las empresas, otras riquezas -sanidad, cultura, justicia, educación, seguridad…- no son sostenibles.
-      Además los directivos empresariales ha introducido en la sociedad ideas y criterios de gran utilidad para su funcionamiento: eficiencia, control, delegación, medida…
En consecuencia la empresa es demasiado importante como para dejar las decisiones clave de la misma en manos de personas de las que no consta que tengan capacidad intelectual para tomarlas. O que tengan como interés prioritario no la empresa misma y su futuro, sino otros más privados o personales, o de grupos o entidades que no son la empresa misma.

Estoy hablando de los llamados accionistas mayoritarios: tener dinero no es lo mismo que tener criterio o talento. El principio de que la posesión de una cantidad importante de acciones “da derecho” a uno o varios puestos en el consejo de administración y en consecuencia a tomar las decisiones clave no tiene un fundamento racional serio, ni desde el punto de vista de la pura reflexión lógica, ni, menos todavía, desde el del razonamiento práctico. Salvo que consideremos la empresa no como la fuente de riqueza de la sociedad y digna del título de “patrimonio de la humanidad”, sino como instrumento para intereses particulares a veces inconfesables. O que nos aferremos a la idea de propiedad de la empresa por parte del capital. Idea que, como bien saben los lectores de mi libro La creación de riqueza en la empresa española, carece de justificación racional y sólo se tiene de pié a fuerza de ser repetida.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Pensamiento 22
Se equivocó el poeta. Ya ha llegado septiembre y casi nada es maravilloso.
El tema mediático de la semana, tal vez del mes pero seguro que no más, son los refugiados en general y los sirios en particular. No porque su problema sea más grave que el de otros, sino porque hacen su ruido allí donde les oyen los que cuentan, en Centroeuropa. Cuando llegaban a Italia, a España o a Grecia, sólo parecían preocupar al Papa.
Ahora, a rebufo de doña Ángela, todos, incluidos los sureños, sentimos un ardor altruista por ellos y de repente está de moda poner un refugiado en su casa como otrora estuvo poner un pobre a su mesa.
La dura realidad es que sólo podremos estar a la altura de estos nuestros mejores deseos  si nuestra economía lo permite. Es decir, si nuestras empresas tienen la capacidad de crear riqueza para los que llegan. Lo cual significa a su vez que sean capaces de ofrecerles “un trabajo digno”, expresión estereotipada que utilizan los políticos sin saber de qué hablan.
Pero no se ve que esta generosidad con el desconocido (otra cosa es con el detestable vecino), vaya acompañada por un interés semejante por transformar las empresas, por hacerlas más capaces de crear riqueza para todos. Y si no trabajamos en cambiarlas, pronto estos emigrantes que hoy nos emocionan se convertirán en “esa gente” molesta. Entonces olvidaremos nuestros mejores deseos, los inmigrantes malvivirán, en España seguirá aumentando el número de pobres, y acabará imponiéndose el egoísmo más rastrero. Somos así.

Por nuestra parte, en el club de los pensamientos más allá del rebaño, seguiremos en nuestro empeño de que la empresa esté a la altura de los nuevos desafíos que se le presentan. A partir de ahora los recibiréis una vez por semana, en principio los jueves o los martes. Espero que os sean útiles.