Pensamiento 25. Sobre consejeros y directivos, 1
Del anterior
pensamiento se deduce que los empresarios, consejeros y directivos debieran ser
considerados como referencias sociales del máximo nivel, por encima de
políticos -gastadores de la riqueza que ellos crean-, deportistas, actores,
periodistas, famosos…. Sin embargo, no lo son. La sociedad no los reconoce en
su justo valor, olvida que son los artífices principales de su bienestar, y a
veces incluso los denosta. Cabe preguntarse por qué.
Decir que el clima
social es desfavorable o que la población no sabe ver las cosas tiene más de
excusa que de razón. El asunto es crucial y complejo. Intentaré profundizar en
él.
En primer lugar
describiré los “diez mandamientos” que deberían seguir los directivos y
consejeros para cumplir satisfactoriamente su trascendental función. A
continuación expondré los “pecados capitales” que los inducen a apartarse de la
virtud y a no seguir la senda tan exigente como satisfactoria marcada por los
diez mandamientos. En unos y otros plasmaré las que, por mi larga experiencia
en el análisis y transformación de empresas y organizaciones, entiendo que son las
principales líneas que a) separan al éxito del fracaso y b) determinan que la
sociedad acepte o no a los consejeros y directivos como sus referencias.
Los de “diez
mandamientos” y “pecados capitales” pueden parecer términos obsoletos, fuera de
circulación por sus reminiscencias religiosas: es la última moda del rebaño que
bala al ritmo de unos pastores instalados en la banalidad e incapaces de
atisbar la profundidad de lo humano. Lo religioso en su esencia más pura, lo
sagrado -otra cosa es lo de ir a misa-, ha sido, desde el inicio de los tiempos,
un elemento clave en la aparición de las civilizaciones, en la configuración de
las culturas, en el modo de entender nuestra vida, nuestra existencia y nuestras
relaciones, en el lenguaje y por lo tanto en nuestra forma de pensar, en los
valores por los que nos regimos, en el deseo de superación del ser humano, en
la búsqueda de la excelencia… Ignorar esta
realidad profunda parece moderno pero no es inteligente.