Pensamiento 27. Sobre consejeros y directivos, 3. Primer
mandamiento. Tu objetivo directo no es la cuenta de resultados, sino la
creación de una sociedad humana que genere riqueza para sus entornos.
Como sucede con el
primero de la Ley de Dios (para los desmemoriados: “amarás a Dios sobre todas las cosas”), este primer
mandamiento es el más importante y de hecho, en cierto modo, los demás son una
explicitación del mismo.
Como su nombre
indica, la cuenta de resultados -el beneficio o la pérdida- es consecuencia -“resultado”-
de acciones que han llevado a ella. Lo propio del directivo, si quiere obtener
resultados, es focalizarse a las causas que los producirán.
El beneficio es valioso
para la empresa porque sin él desaparecería, pero ante todo es:
-
Una
-y muy importante- unidad de medida y de control, que indica hasta qué punto la
empresa responde a su razón de ser, la creación de riqueza.
-
Un
factor de exigencia, ya que da lugar a objetivos ambiciosos. De hecho la razón
principal por la que las empresas privadas suelen ser más eficientes, eficaces
y exitosas que las públicas es porque los accionistas ejercen sobre ellas una
mayor exigencia de resultados.
-
Pero
no es el objetivo directo -y menos la misión- de los directivos.
No debe confundirse
la métrica con lo medido: el beneficio con la riqueza generada. La importante
es la riqueza creada. El beneficio es la medida.
El generador de la
riqueza es la empresa: la sociedad humana que se propone retos, aporta valor a
sus entornos, asume riesgos, trabaja, innova… Lo que corresponde a los
directivos es crear y gestionar esta sociedad, incidir en los elementos que la
hacen generadora de riqueza y que irán apareciendo en los mandamientos siguientes.
El beneficio -resultado- vendrá después, como consecuencia, y será la medida
del éxito, pero no el éxito.
La excelencia del
directivo está en focalizarse a esos elementos, gestionarlos, y construir la
sociedad capaz de crear riqueza para sus entornos a través de ellos.
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