martes, 3 de noviembre de 2015

Pensamiento 30. Sobre consejeros y directivos, 6. Cuarto mandamiento. Estructurarás un modelo de organización que conozca, reconozca y canalice las mejores aspiraciones, cualidades y energías de las personas.
La afirmación frecuente de que las personas son lo más importante de la empresa, aparte de un lugar común políticamente correcto pero vacío de contenido, es una verdad. Pero verdad a medias. Lo más importante son las personas, cierto a pesar de tópico vacío, pero integradas en un modelo organizativo. Y éste cuenta mucho. Tiene como misión coordinar las cualidades y energía de los empleados y canalizarlos hacia los objetivos de la empresa.
Hay estructuras organizativas capaces de sacar lo mejor de cada uno y de encauzarlo hacia los objetivos de la empresa, mientras que otras mantienen ociosas las mejores cualidades y energías, o incluso las vuelven en contra de sus objetivos. Las primeras son capaces de lograr resultados importantes con personas “normales”, mientras que las segundas, incluso disponiendo de empleados con cualidades extraordinarias, nunca pasarán de la mediocridad.
En la literatura sobre la dirección existe prácticamente unanimidad respecto a que las organizaciones planas y basadas en equipos son más eficientes que las verticales y jerarquizadas: aprovechan mejor, se asegura, la energía y capacidades de las personas.
La realidad práctica corrobora ese convencimiento, pero sólo parcialmente: los conceptos de equipo y de organización plana (la moda es denominarla “lean”, que en inglés tiene más credibilidad para quien carece de pensamiento propio) se han devaluado porque muchas direcciones se quedan en lo puramente formal y dejan de lado lo esencial.
Para que una persona implique sus mejores capacidades y energías en el logro de los objetivos de la empresa son necesarias cuatro condiciones:
1.   Que las responsabilidades que se le encomiendan estén a la altura de sus aspiraciones y de sus cualidades, sobre todo de las más especiales. Concretamente a la altura:
a.   De sus conocimientos.
b.   De su capacidad:
                                         i.    Para decidir
                                        ii.    Para relacionarse/liderar
                                       iii.    Para innovar.
Cualidades todas ellas que deben ser conocidas, medidas y gestionadas: séptimo mandamiento.
2.   Que los desafíos y objetivos de la empresa sean tales que induzcan a la persona a hacer de ellos sus propios desafíos.
3.   Que la persona, para alcanzar las metas, disponga de márgenes de libertad subjetivamente satisfactorios.
4.   Que los comportamientos de la organización y de sus directivos le transmitan el mensaje de que “es alguien” en ella y que contribuye activamente a su éxito: mandamientos quinto, sexto y séptimo.
En estas cuatro condiciones radica la esencia de la motivación humana. Conseguirlas es lo que marca la excelencia de los directivos en este mandamiento. Si falla una, es muy difícil que se produzca la canalización de los conocimientos, energía y cualidades de los empleados hacia los objetivos de la empresa: aquellos quedarán ociosos y el logro de éstos resultará más costoso, por mucho que se hable de equipo y de “lean organization”.

En consecuencia, las cuatro condiciones señaladas deberían ser los criterios principales a la hora de diseñar la estructura organizativa de toda empresa. La excelencia de los directivos consiste en hacerlo.

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