Nota
previa. Me animo a interrumpir la serie sobre los mandamientos,
de hecho ya interrumpida por la Navidad y por el pensamiento anterior, porque,
a lo largo de estos días he observado en los medios una gran preocupación por
los resultados de las elecciones y un importante interés y esfuerzos por conocer las causas de los mismos. Pero
esos interés y esfuerzos resultan siempre fallidos por falta de perspectiva
psicológica.
Pensamiento
36. Sobre los resultados de las elecciones, perspectiva psicológica. Primera
parte.
Son muy numerosos los ciudadanos, muchos de ellos con un
alto nivel de formación, que han votado a opciones claramente demagógicas, racionalmente
inconsistentes, y económicamente no viables. Los politólogos y los sociólogos
describen y cuantifican el hecho, pero sus explicaciones no alcanzan a
comprender las causas. Ello se debe a que votar es un acto íntimo que sólo se
puede entender desde la perspectiva de la Psicología.
Las razones por las que una persona, en la intimidad de
su fuero interno, decide dar su voto a una opción o a otra son múltiples.
Señalaré tres que entiendo son importantes y a ellas dedicaré este pensamiento
y los tres siguientes.
Primera
razón. Votar no es un acto solamente, y en muchos
casos ni siquiera principalmente, racional. La razón tiene su parte en
la decisión del voto, pero se vota también desde la emoción, desde el
sentimiento, desde la identificación a la tribu o desde el rechazo grupal. O
desde las tripas.
Desde antiguo sabemos que la razón no es la dueña
absoluta de nuestros actos y la importancia de lo emocional es cada vez más
reconocida. Ya a mediados del siglo XVII dijo Blaise Pascal aquello de que “le
coeur a ses raisons que la raison ne connaît point”. En el XIX Sigmund Freud
mostró la preeminencia de una lógica no racional sobre la racional. En el XX lo
han aprendido y aprovechado con éxito los profesionales del marketing. Hasta
hay algún economista que empieza a atisbar que el famoso “homo oeconomicus”, si
existe, no se comporta racionalmente.
La política no escapa a ese hecho. En las votaciones la
influencia emocional es decisiva. La posibilidad de convencer a los votantes
pasa más por la emoción y el sentimiento que por la razón.
Hay políticos que lo explotan con gran éxito, es el caso
de los de Podemos, que gracias a su maestría en este ámbito y a las razones que
expondré en el pensamiento 37 y sobre todo en el 38, consigue hacer pasar un
mensaje populista inaceptable desde la racionalidad.
En el extremo contrario, los del PP todavía no se han
enterado de la importancia de lo emocional, salvo sus apelaciones al
sentimiento del miedo, que, hoy, no “vende”, sobre todo en poblaciones que,
desde su subjetiva visión de las cosas, tienen poco o nada que perder.
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