Pensamiento 52. Sobre consejeros y directivos, 22.
Sexto pecado capital: No pasar de técnico a directivo.
El directivo es
ante todo una persona que dirige a otros y que debe lograr determinados
resultados a través de ellos. Como he indicado en el quinto mandamiento, su
condición de líder hace que la vertiente social sea la prioritaria en su
trabajo. La misión principal de cada directivo concreto, sea cual sea su nivel,
es configurar la microsociedad formada por los colaboradores que le han sido
confiados y gestionarla de tal forma que consiga su cometido específico en la
empresa con eficacia y eficiencia.
Es frecuente que el
directivo no se haga consciente de esto, que siga viéndose a sí mismo como el
excelente técnico que era, y que centre sus esfuerzos y afán de superación en
continuar siéndolo y demostrándolo. Que haga de sus conocimientos y
competencias técnicas la base de su ascendiente ante sus colaboradores.
Es una vía
equivocada. Su excelencia técnica ha podido ser una condición para llegar a
directivo, pero a partir del momento en que lo es, su cometido principal
cambia. Su prioridad ya no es conseguir los logros que se le encomiendan, sino
que sus colaboradores sean capaces de alcanzarlos. Si no hace ese cambio, la
empresa habrá perdido a un buen técnico, habrá ganado un directivo mediocre, y
no conseguirá que las personas cuya dirección se le ha confiado alcancen el
desarrollo pleno de sus capacidades, con las repercusiones tanto humanas como
económicas que eso conlleva.
Este cambio de
perspectiva y de referencias es la virtud contraria a este pecado y en ello
consiste la excelencia.
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