miércoles, 18 de mayo de 2016

Pensamiento 52. Sobre consejeros y directivos, 22. Sexto pecado capital: No pasar de técnico a directivo.
El directivo es ante todo una persona que dirige a otros y que debe lograr determinados resultados a través de ellos. Como he indicado en el quinto mandamiento, su condición de líder hace que la vertiente social sea la prioritaria en su trabajo. La misión principal de cada directivo concreto, sea cual sea su nivel, es configurar la microsociedad formada por los colaboradores que le han sido confiados y gestionarla de tal forma que consiga su cometido específico en la empresa con eficacia y eficiencia.
Es frecuente que el directivo no se haga consciente de esto, que siga viéndose a sí mismo como el excelente técnico que era, y que centre sus esfuerzos y afán de superación en continuar siéndolo y demostrándolo. Que haga de sus conocimientos y competencias técnicas la base de su ascendiente ante sus colaboradores.
Es una vía equivocada. Su excelencia técnica ha podido ser una condición para llegar a directivo, pero a partir del momento en que lo es, su cometido principal cambia. Su prioridad ya no es conseguir los logros que se le encomiendan, sino que sus colaboradores sean capaces de alcanzarlos. Si no hace ese cambio, la empresa habrá perdido a un buen técnico, habrá ganado un directivo mediocre, y no conseguirá que las personas cuya dirección se le ha confiado alcancen el desarrollo pleno de sus capacidades, con las repercusiones tanto humanas como económicas que eso conlleva.

Este cambio de perspectiva y de referencias es la virtud contraria a este pecado y en ello consiste la excelencia.

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