domingo, 28 de junio de 2015

Pensamiento 6
Hace unas semanas apareción en los medios un escándalo por posible corrupción en la FIFA: de nuevo la peripecia por encima de lo esencial.

Lo verdaderamente escandaloso no es esa corrupción, sino los enormes recursos que nuestra sociedad dedica al espectáculo del fútbol. Con una población creciente en riesgo de exclusión social, sin dinero para la investigación, escatimando en sanidad, sin salidas profesionales para muchos de los jóvenes mejor formados, con un endeudamiento imparable…, no tenemos derecho a gastar en fútbol las cantidades que le dedicamos.

Desde el “panem et circenses” de los romanos, pasando por el “opio del pueblo” de la dictadura, las cosas no parecen cambiar. Es uno de los casos de manipulación masiva más exitosos, sin duda por los muchos beneficiarios que tienen interés en perpetuarla: los ahora descubiertos como corruptos; las instituciones que les permiten vivir como sátrapas; los medios de comunicación; el inmenso tinglado montado en torno a los clubes y a los futbolistas; quienes, con la inteligencia del silbato, convierten a personas respetables en masa vociferante a utilizar políticamente; el Estado, que se enriquece con las quinielas mientras nos hace creer, contra toda racionalidad, que apostando en ellas podremos hacernos ricos. Y muchos más.


En este contexto, la corrupción es lo esperable. Escandalizarse por su existencia es el refinamiento supremo de la manipulación: lanza el mensaje de que la virtud puede florecer en un sistema tan viciado desde la raíz.

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