Pensamiento 9. A propósito del talento, 1
Ha terminado Masterchef, un programa de TV que ha sintonizado emocionalmente con una parte importante
de la población y se ha convertido en una referencia.
En él ha habido
espectáculo, pero lo más importante es que en unos pocos meses: 1) se han
descubierto grandes talentos, y 2) varias personas han aprendido mucho, pero
mucho mucho. Incluso su personalidad ha madurado notablemente.
El éxito de
Masterchef pone en evidencia el fracaso de nuestro sistema educativo.
Los ganadores de
las tres ediciones han sido una carnicera en paro, un camarero en precario y un
vendedor ambulante de embutidos. Los tres han demostrado tener un talento
excepcional. Un talento que la sociedad había ignorado y condenado a no
desarrollarse.
Nuestros dirigentes
se enredan en cuestiones a veces menores que abordan con criterios politizados
(análisis partidistas de la ley Wert; enseñanza pública, concertada o privada;
niños y niñas juntos o separados…) y entretanto el sistema educativo ni descubre,
ni desarrolla, ni ofrece oportunidades al talento que está allí.
Si un programa de
TV es capaz de encontrar y desarrollar grandes talentos que el sistema oficial
ignora (en el doble sentido de la palabra: desconocer y despreciar), convierte
en mediocres (véanse los resultados) e incluso espanta (abandono escolar), algo
está fallando con estrépito.
Dada nuestra
maestría en buscar justificaciones, los responsables encontrarán mil, siempre
lejos de ellos, para defender su instalación en una inaceptable zona de confort.
La más socorrida, la de escasez de medios, es una excusa que no se tiene de pié.
Sin incluir a los universitarios (si los incluimos, el coste se dispara), la
sociedad española gasta en la formación escolar de cada joven, de media, en
torno a 100.000 euros. Esa cantidad merece un resultado mucho mejor que el que
consigue.
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